En el mundo de los atletas profesionales existe un código no escrito que incluye un capítulo bien amplio de temas relacionados al ego. Todos, sin excepción, quieren la mejor remuneración posible, ser parte de la historia y romper récords a como dé lugar.
El nativo de San Pedro de Macorís ya se encuentra en las páginas de la historia al irse de los Yankees, la franquicia de ensueño de millones que aspiran a llegar a las Grandes Ligas, hacia el lejano Seattle. Sus pacto por 10 años y 240 millones de dólares, reportado ayer por las más creíbles plumas del negocio, dentro de ellas un respetado dominicano llamado Enrique Rojas, depende de un examen físico y solo es superado por Álex Rodríguez.
Imagínese todo ese dinero para un segunda base. Dominicano. El impacto es tremendo.
Hay que desearle suerte al mejor pelotero criollo de los últimos años y esperar que cumpla a cabalidad con un contrato que se traduce en presión inmediata. Los Marineros quieren competir y se espera que eleve su producción para ello en un parque nada favorable para bateadores.
Robinson dejó atrás la oportunidad de terminar su carrera con los Yankees, lo que implica bastante cuando se toca el sentido histórico del juego, pero lamentablemente eso le importa un bledo a muchos en estos tiempos.
El experimento en el Oeste, donde se han dado tres de los cuatro contratos más altos en los anales de las Mayores (Álex con Texas, Albert Pujols con Anaheim y ahora Seattle con Canó), ha dejado un mal sabor. Rodríguez fue mandado a los Yankees y Pujols lleva varios años para el olvido.
Esperamos que no sea su caso.
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